domingo, 3 de julio de 2011

Por esa puerta

Una casa que desde afuera puede parecer una más de la ciudad pero que guarda una singularidad incontrastable: es el único hogar que tuvo Sarmiento en Buenos Aires.
En una fachada de tenue rosa la pesada puerta de dos hojas se abre.
Esta puerta no es un elemento pasivo, una simple barrera que se abre y se cierra mecánicamente. No es la simple discontinuidad de una pared para permitir o impedir la entrada. Por el contrario tiene una función muy activa y la capacidad de transmitir un mensaje, como cualquier otro elemento de la casa.
Al estar situada en los límites que determinan el interior y el exterior, es la delimitación de dos mundos, diferencia lo propio de lo ajeno, el interior o sagrado y el mundo exterior o profano. Es la comunicación entre dos estados y, sobre todo, la posibilidad de acceso de uno al otro.
Puerta y umbral van unidos, pero no son lo mismo. El umbral es el fragmento de piedra situado en la parte inferior de la puerta y en oposición al dintel colocado en la parte superior de la misma, es un lugar de tránsito que no deja de hablarnos de un ir y venir. Es el instante crucial de cambio, el momento íntimo en el cual no se está en uno ni en otro lado. En él no se puede permanecer y es el paso obligado que hace aparecer el amplio zaguán.